“Ese primer día que hablamos su corazón dispuesto a escuchar y a no juzgar me recordaba ese sentimiento de amor infinito que de pequeño conocí, era el amor de una madre, su mirada atenta, me confrontaba con mis excusas y los muros que alguna vez había construido se desmoronaban sin poner resistencia, la esperanza emergía de las profundidades a las que lo había sometido y la luz penetraba disolviendo las tinieblas que me consumían. Me inspiró con su sonrisa y me retó a demostrarle a todos, pero sobre todo a mí mismo que era posible seguir luchando”.